Después de limpiarse el labial en la
servilleta,
pensó haber desbloqueado un nuevo nivel de
mala suerte.
Se sacó los aros de flores con símil
diamantes
y los guardó en el estuche que aún decía
$199,
los lentes de colores en una bolsita
inventada,
sin ánimos de sonreírle a imaginarias
presencias,
sin ganas de guardar la panza en el espejo,
empezó a escribir con poca tinta y cuidado,
a la esperanza que creyó que contaba,
preguntándole por sexagésima vez
por qué tenía tal extravagante mala fortuna
en las finanzas,
en las amistades,
en el amor,
a la hora de abrir la boca,
al momento de elegir.
Después de sacarse el esmalte con los
dientes,
pensó si escribir en cursiva la haría verse
elegante.
Desordenó la pieza como de costumbre,
tomó agua fresca de la heladera
y se sacó el top verde manzana con brillos,
que
compró en Navidad, y nunca se puso fuera de
casa.
¿De qué sirve hacer todo bien, si las cosas
igual salen mal?
Guardó el cuaderno y compró ropa interior
de señora.
Aldana M. Giménez
Octubre 2022