En
cada error argumentativo,
llevo
remarcado un nombre,
como
si mi propia voluntad
aún
no supiera sobre zonas de confort,
donde
la pena es protagonista.
En
cada sinalefa escapada,
reposa
mi emoción adolescente,
como
si su lírica escápula
se
burlara de mí al cometer el mismo error,
y
soy mi propio antagonista.
Por
cada verso que pierde fuerza,
disperso
una luna menguante,
como
si un karma de personaje secundario
me
invitara a no hacerme cargo de mi vida,
aún
con el manojo de llaves en el bolso.
Por
cada décima sin rima,
me
burlo de su insensatez,
como
si mi sexto sentido
siguiera
durmiendo en una cuna pequeña,
sin
niñera que lo despierte.
En
cada falta de coherencia,
me
dejo ganar por el pecado,
como
si mis ideas me pudieran llevar al infierno,
donde
lo arrastro conmigo,
como
villano universal.
Aldana Michelle Giménez
4/7/23
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